marzo 2013

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Lakabe… bueno es un nombre que a mi se me antojaba a negocio vasco… alguna referencia tenía de esos “rollos” sobre ecoaldeas… una idea atractiva la verdad, pero apenas había leido o sabido algo sobre ello. Sonaba a historias de hippies que luego volvieron al “redil” de la actual sociedad de consumo… “locos fumaos” que decían algunos… “ecologistas radicales” otros…
A pesar de ello a mi me sonaba bien… y finalmente se ha convertido en una de esas experiencias inspiradoras…

Así de casualidad descubrí que Lakabe es un pueblo que  en su día fue abandonado y más tarde literalmente encontrado por un grupo de jóvenes que decidieron hacer de él un lugar en el que fuera posible otro tipo de vida… Ahí van un par de videos en los que se explica mucho mejor de lo que yo lo haría (y en palabras de sus protagonistas) lo que supone aspirar a la autosuficiencia desde una experiencia real y durarera en el tiempo. No es más que un claro ejemplo de que la autosuficiencia es posible

Lakabe, la autosuficiencia es posible from anderixo on Vimeo.

Lakabe. La vida en comunidad. from Natibuu on Vimeo.

Prácticamente todo el mundo ha oido hablar de “comercio justo”… es decir, la práctica del comercio de tal manera que sea equitativa y beneficiosa para todos… aunque normalmente eso lo solemos achacar a esas O.N.G.D. y mucha gente lo califica como una de esas “actividades de caridad”, por muy triste que parezca. Lo cierto es que el comercio justo debiera ser una práctica habitual, tanto a nivel local, como regional, como internacional. La realidad es otra, se comercia para sacar el máximo beneficio posible y cada intermediario intenta que su beneficio sea mayor que el del anterior… y, claro, al final siempre hay alguien que gana mucho menos y nosotros pagamos mucho más. Simplificando eso es el consumo justo.

Sin embargo esta es una definición que, auqnue es acertada, es incompleta… hasta no hace mucho se entendía esto del comercio justo como algo “internacional” dejándose estas iniciativas a nivel reivindicativo y exigiendo que las dinámicas del gran comercio fueran justas. Nosotros, podres consumidores, éramos una pieza más de esa gran rueda, el último eslabón, y hacíamos lo posible por comprar “cositas” a las ONGs que nos aseguraran que esos productos eran de “comercio justo”.  Al fin y al cabo, el cacao, el café y muchas de esas cosas cotidianas que consumimos son producidas allí lejos…

Eso no está mal… pero faltaba algo… Teníamos poder, el poder de los consumidores, que puede que como individuos no sumase mucho… siempre queda y quedaba la idea de la masa crítica, cambiando hábitos de consumo orientamos y hacemos cambiar a esas grandes corporaciones y empresas que no venden esos productos. Sin embargo no éramos conscientes de que formamos parte de un sistema más cercano de lo que suponíamos. De que no solo son esas grandes corporaciones alimenticias las que gobiernan lo que consumimos… hemos industrializado tanto todo que incluso la producción de alimentos lo está.

Resulta curioso, que mientras la grandes superficies de consumo han ido incrementando su tamaño y también su superficie… el número de pequeños comercios y productores locales ha ido disminuyendo de una forma inversa al crecimiento de los primeros. Sin quererlo ni comerlo, con eso de que es más fácil comprar todo en un mismo sitio, hemos dejado que controlen nuestros hábitos de consumo en vez de ser nosotros los que controlemos sus hábitos de produción. Fijaos, daos una vuelta por “el campo” y veréis que el sector primario no es lo que era…

Es aquí, desde hace mucho ya, donde empiezan a brotar pequeños grupos de productores, de consumidores y de transformadores que abogan por algo más cercano, más natural… Aparecen movimientos como los grupos de “autoconsumo”, las iniciativas de “consumo responsable”, el “km 0″, la “slow food”… Se empieza a hablar precisamente de eso de “consumo responsable” en vez de “comercio justo” y el consumidor empieza a ser algo más que una estadística de marketing… empieza a ser consciente de que forma parte de algo más cercano y que como tal tiene esa responsabilidad de que si quiere que sus hábitos de consumo perduren tiene una responsabilidad sobre dónde y cómo se produce lo que consume. La famosa Globalización lo acerca todo, pero a la vez lo difumina todo…

Es un hecho, somos consumidores… asumámoslo, pero hagamos de ello algo responsable, seamos conscientes de que formamos parte de un todo… y que ese todo no es ni el universo, ni la Tierra, ni tú país o región… quizás ese todo empieza nada más salir de casa, en la tienda de al lado o en ese conocido que sabemos que tiene unas gallinas que dan huevos ecológicos porque las alimenta la mar de bien y además campan a sus anchas en un prado… o en ese restaurante que no tiene esos rimbonbantes platos modernos con cosas del otro lado del mundo, pero que hace un deliciosos platos locales con productos de temporada, que casualemente compra a hortelanos que viven aquí al lados…

Para muestra un botón: un video del 2011 de unas jornadas sobre consumo justo y sostenible realizadas en Vitoria-Gasteiz. Explican mejor que lo que yo he hecho esto del consumo responsable, el Km 0, la “slow food” de manos de gente que ha optado por ello: como consumidores, como productoras/es y como transformadores/as de alimentos…

Aquí lo podéis ver en su web original:
Consumo Justo y Sostenible II

Rebecca Hosking es un documentalista que se crió en una granja de Devon (U.K.). Como buena parte de los agricultores sus padres quisieron un futuro mejor para ella, de modo que la animaron a “emigrar” a la ciudad, estudiar en la Universidad y labrarse un “futuro mejor” que el de ser “agricultora” como ellos. Tras años trabajando como documentalista de naturaleza (el criarse en una granja es lo que tiene, que ves la naturaleza con otros ojos) vuelve cuando su padre y su tío, quienes se encargan de la granja, apenas pueden llevar un ritmo que la haga viable. Asume así que si quiere que esa granja tenga un futuro algo tiene que cambiar…

Es así como empieza una pequeña investigación en busca de respuestas. Algunas de las que encuentras son ciértamente desalentadoras… el mundo tal y como lo conocemos no es “sostenible” en un futuro cercano. Por fortuna esa curiosidad que descubrió cuando era niña le lleva a descubrir que hay “otra manera” de hacer las cosas y que todo es posible, a pesar de todo.

“Una granja para el futuro” es un documental inspirador sobre como funciona el mundo y sobre como hay que perseverar para lograr el cambio que hace falta…

Aquí lo tenéis en el inglés original:

Y aquí lo tenéis subtitulado en castellano…

Una Granja para el Futuro from Horatiux on Vimeo.

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… esa frase tiene peligro. Cuando decimos eso, básicamente estamos invitando a “pasar”, generalmente de alguien. En definitiva, estamos invitando a que sigamos en nuestra corriente y pasemos de la de los demás. Esto por un lado nos viene muy bien porque así evitamos todo tipo de problemas, pero por otro nos mantiene alejados de los otros… aunque, cierto es, que no tenemos ningún inconveniente en juntarnos con quien se precie cuando nos interesa. De todas las maneras estamos inmersos en una contínua corriente de seres humanos que vamos más o menos igual… vivimos en la misma bola de tierra que está en contínuo movimiento alrededor del sol, que a su vez está en movimiento por todo el Universo. Así que, por mucho que pretendamos “no mojarnos” y les sigamos la corriente a otros para evitar que nuestro pequeño mundo se mueva (ni much menos pensar que se tambalee) obviamos el hecho de que vivimos en movimiento constante.

Y no solo es este planeta, es todo… la vida, por definición, cambia una barbaridad de un momento a otro, de una semana a otra, de un mes a otro… por lo tanto esa corriente contínua que creemos seguir, que nos lleva por sitios seguros en nuestra cómoda existencia no es nada más que una parte del gran movimiento que se produce a nuestro alrededor.

Quizás cuando somos conscientes de ello, de que, a pesar de lo que parezca, todo a nuestro se mueve y nosotros con ello  a pesar de nuestros pesares, decidimos dar un salto. Ese salto es seguido de otro, y otro más, y otro más… y así hasta que caemos en la cuenta que es un fútil intento de tener control sobre ese movimiento en el que ya estamos inmersos. Caemos entonces en la cuenta que esta no es una corriente contínua, es una corriente alternante que cambia constante y que a pesar de todo no podemos tener el control total sobre ella.
¿Qué nos queda?… lo más fácil, asumir y sentir y decidir saltar cuando nuestro ser nos pide hacerlo… ser uno mismo, independientemente de lo que pase… dejar de seguirle la corriente a nadie y zambullirnos en nuestra propia corriente… alterna. Seguir un camino que no sabemos donde nos va a llevar, pero que, sin lugar a dudas es nuestro camino…

el camino y el horizonte